Pastoral en tiempos de pandemia
Con el colegio ya en marcha, adaptado a la nueva situación sanitaria, recuperando el ruido de vida cotidiana de cualquier cole, con niños y niñas en sus aulas, jugando en el patio «parcelado», trabajando en cada sesión de clase, con un montón de normas y pautas que aprender, arrancamos también el curso «pastoral» 2020-2021.
Nos lanzamos a una nueva aventura llena de momentos emocionantes y riesgos por afrontar, con proyectos e ilusiones para compartir, mucho que aprender y más que regalar. Una aventura que, además, nos solidariza con todo el planeta que vive entre la incertidumbre y la esperanza estos tiempos de pandemia.
Los medios de comunicación nos bombardean a diario con datos que pocas veces invitan a lo positivo, antes bien, comunican desaliento y falta de confianza. Los responsables políticos se enzarzan en discusiones a menudo inútiles mientras la gente de a pie hace a diario su recorrido al trabajo, a llevar a los hijos al colegio o hacer alguna compra. Eso sí, enfundados todos en la mascarilla que cubre parte de nuestros rostros dejando los ojos como medios imprescindibles de comunicación de emociones y estados de ánimo. Siempre lo fueron, pero hoy en día lo son de manera extraordinaria.
La pastoral en momentos así adopta formas renovadas para mantenerse presente en cada ámbito de la vida de las personas. Si no podemos abrazarnos o besarnos, inventamos gestos que alivien el no poder hacerlo; si no podemos reunirnos, aprendemos a comunicarnos utilizando nuevas herramientas para no perder el contacto. La pastoral comparte el ritmo evolutivo propio de las especies, adaptarse o desaparecer. Y esto último no es posible, pues la pastoral en cualquier ámbito humano penetra en la vida, como parte de su esencia evangélica, y es garantía para su pervivencia en cualquier circunstancia que nos encontremos.
Lejos de establecer protocolos más allá de los sanitarios, este curso debe ser un curso de renovación pastoral. La pandemia nos obliga a repensar nuestra manera de hacer pastoral, porque la forma de ser es la que, como hemos dicho, permanece. Maneras nuevas de comunicarnos, de compartir, de celebrar y de rezar también. Nos gustaría que la pastoral en el colegio este curso fuese una «vacuna» ya lista para prevenir desalientos, tristezas, temores y abandonos. Si de algo estamos seguros es de que Dios Padre que es bueno, descubre nuevos derroteros por los que navegar, confiados en que hay circunstancias que nos superan y nos pueden, que sólo con referencias personales profundas, más allá de la imprescindible aportación científica, económica o social, podemos vivir una vida plena, también en tiempos de pandemia.