SI LA SALIDA ES LA CUARESMA, LA META ES LA PASCUA
La vida sigue. La vida de la comunidad de creyentes en Jesús continúa. Y llega el tiempo de Cuaresma. ¡Cómo pasa el tiempo! Quién podía decirnos hace un año que a partir del tiempo cuaresma el mundo cambiaría tanto… Y cambió. Comenzó un largo tiempo de penitencia, sufrimiento, esfuerzo colectivo, austeridad personal, silencio, ceniza, … además de nuevas esperanzas, camino abierto hacia una nueva Pascua, compromisos renovados, fe en la Vida.
Parece que así se define el tiempo cuaresmal y que en este año todos sus símbolos conocidos -color morado, oración, desierto, el número cuarenta, tentaciones, ceniza …- adquieren un sentido renovado al verlos palpables en la realidad cotidiana de la humanidad. Cuando los sacerdotes nos explican una vez más en las misas dominicales o en las hojas parroquiales el significado de la cuaresma nos resulta mucho más claro que otros años, encontramos un significado real a cada palabra, texto bíblico o símbolo litúrgico. La situación sanitaria de nuestras sociedades encarna de manera actualizada el tiempo cuaresmal y lo llena de un contenido más profundo, si cabe. Ahora las tentaciones y la lucha humana por vencerlas tienen un sentido; el color morado de las prendas eclesiásticas reflejan un sentir común; la ceniza como símbolo es como una tarjeta de presentación; vaciarse de lo innecesario y pesado se hace imprescindible; caminar por el desierto es una obligación personal del día a día.
Sin embargo, todo camino tiene un punto de salida y una meta que alcanzar. Si la salida es la cuaresma, la meta es la Pascua. El sufrimiento tiene un por qué. Nos esforzamos en hacer el camino para llegar a la meta y a lo largo de ese camino probamos la dureza de cargar con todo lo que nos sobra y sentimos la necesidad de despojarnos de ello para caminar mejor y alcanzar el destino. Porque la meta es lo que da sentido al camino. No eres tú el que hace el camino, es el camino el que te hace a ti, el que te descubre cómo eres y el que te ofrece continuamente oportunidades para dar sentido a lo que vives. La meta la ponemos en la Pascua, lo que es en verdad la Vida. Lo pesado, cargante, incómodo, sufrido, sólo se entiende desde el ansia de Vida que probamos a lo
largo del camino, a lo largo de la cuaresma.
Así la vida tal como hoy la vivimos, o nos ha tocado vivir. Una larga cuaresma que encuentra su verdadero sentido en la meta final, la Vida, y que a medida que avanzamos nos obliga a desnudarnos y volver a vestirnos con ropa nueva. Abandonamos costumbres, pensamientos, actitudes o deseos pesados, para caminar mejor, compartiendo el camino con otros porque aunque personal, el camino es un acto de comunión con los que lo recorren al igual que tú.
El papa Francisco, profeta de nuestros días, nos deja un mensaje de fe y de esperanza para este recorrido cuaresmal. Objetivo: la «Vida» con mayúsculas: «En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación».
«Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).
¡Ánimo, buen camino, objetivo la Vida, la Pascua!